Profesores que dejan huella

22.11.2019

No nos engañemos: es un duro trabajo el que tenemos por delante, pero puede que sea una de las profesiones más satisfactorias que hay. 

Elena: 

En mi opinión, el papel de los profesores es muy importante en el desarrollo de los jóvenes, e incluso influyente de cara a su futuro. Me explico: los adolescentes tienden a revelarse contra los padres y los tienen como una autoridad que se impone a la fuerza, una figura que a veces les atosiga y agobia. En cambio, sí que pueden tomar al docente (persona algo cercana pero ajena a su vida privada) como un ejemplo a seguir, un adulto en el que tal vez confiar o del que seguir algún consejo. Y así fue para mí.

A lo largo de mi vida he tomado decisiones guiada por todo lo bueno que mis profesoras (la mayoría fueron mujeres) me transmitieron.

Pongo un breve ejemplo. Casi toda mi clase de Bachillerato se presentó a Selectividad por filosofía, y yo decidí coger historia gracias a mi profesora, Ana Forero. ¿Cuál era su truco para que nos interesáramos por su materia? Contarnos la Historia como si de una telenovela se tratara; con cotilleos, traiciones, etc. Así me aprendí toda la historia de España como si fueran las últimas noticias que rondaban por el patio del instituto.

Así, lo que más me marcó fue sin duda la actitud de los profesores hacia mí y mis compañeros de clase. El interés que tenían por nosotros, su implicación, cómo daban las clases... Pongo otro ejemplo: ¿por qué decidí estudiar traducción en la universidad? Por la influencia de mis profesores de francés y de mi profesora de español, que me contagiaron ese amor por los idiomas.

En definitiva, lo que quiero decir con todo esto es que en parte somos lo que hacen de nosotros, somos experiencias, buenas y malas, y en un período en el que te encuentras tan desorientado y confundido como es la adolescencia, creo que todo te afecta mucho más de lo que podría afectarte ya de adulto.

Por ello, pienso que si queremos ser profesores, debemos tener en cuenta todos estos factores, ser conscientes del papel que tendremos de cara a nuestros alumnos y asumir esta responsabilidad de la mejor manera. Intentando darles lo mejor de nosotros para recibir de ellos una respuesta equivalente. No nos engañemos: es un duro trabajo el que tenemos por delante, pero puede que sea una de las profesiones más satisfactorias que hay.

Mª Carmen:

A lo largo de mi vida "estudiantil", puedo destacar a varios profesores que hicieron del aula un lugar acogedor. Sin embargo, ninguno me marcó tanto como las clases de mi profesora de historia el arte. 

Ella hacía que sus clases fueran bastante productivas. Como todos sabemos, la palabra más sonada en el curso de segundo de bachillerato es la gran SELECTIVIDAD, por lo que estábamos presionados constantemente y si en algún momento no la recordabas, tranquilo ya habría otro profesor o profesora que te la haría recordar de nuevo. Por tanto, en el segundo trimestre mi profesora de historia del arte observó que nuestro mayor agobio era no poder memorizar todos los contenidos de la asignatura. Así que se le ocurrió predeterminar un día a la semana para ir a la cafetería del instituto y pedir un café para llevar al aula (eramos 10 en clase) y así fue, un día a la semana nos sentábamos con nuestras mesas en círculo y nuestro café a comentar las pinturas, esculturas y monumentos. Hacía preguntas al aire como: ¿que os llama la atención de X? ¿En qué creéis que pensaba el autor al realizar esta obra? ¿Contexto histórico? y muchas otras más. Llegó a causar en nosotros tanta tranquilidad y motivación que siempre teníamos miles de respuestas, fueran o no correctas ella siempre intentaba reflexionar contigo el porqué de tu respuesta incorrecta o correcta, de haber llegado a esa conclusión y no a otra. En resumen, eran auténticas reuniones para tomar el té entre compañeros en las que aprendíamos de la profesora, así como de las conclusiones de los compañeros y de la nuestra propia.

Con esto no quiero decir que haya que realizar clases con café, sino que más allá del café fue su implicación, su interés por nosotros y sus ganas de crear un ambiente relajado y productivo lo que hizo que nuestro nivel de estrés se redujera, nuestro nivel de atención aumentase muy gratamente y nos diera más confianza en nosotros mismos.

Los profesores deben conocer al alumnado que tiene delante, solventar problemas y mejorar sin perder esa motivación que les llevó a ser parte del profesorado para que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea beneficioso tanto para el alumnado como para el propio profesor o profesora.

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